martes, 19 de junio de 2007

Hablando de mundos infantiles, me he sorprendido al encontrarme viendo de vez en cuando el pressing catch en Cuatro. Puede ayudar el hecho de que a esa hora parezca no haber nada más interesante, o que lo vea, cuando estoy esperando a mi padre para largarnos a casa, o que después de estar haciendo cosas toda la mañana a esas horas la cabeza no me de para más. De acuerdo que recuerdo que en el colegio era un programa que causaba furor, de acuerdo que ví unos cuantos programas y conocía un montón de luchadores, y de acuerdo en que si uno es seguidor lo encuentre absorbente, pero lo que realmente me llamó la atención fue la transición instantánea hacia un mundo de certidumbres absolutas y reconfortantes. Quiero decir, por lo poco que he visto, no quedan muchos luchadores de mi época (sólo recuerdo al Enterrador), así que no hay en ese sentido, ninguna conexión emocional directa. Por tanto no es un programa reto en el sentido de reposiciones de series “emblemáticas” de la infancia de alguien o algo que resulta tan lerdo que te llena la cabeza por su total incoherencia. También me llamó la atención lo completamente destilado que tenían todo el espectáculo ya fueran sus espectadores, los luchadores o la realización técnica. Los zooms que hay cuando alguien va a recibir un golpe contra una de las esquinas o las escalerillas de acceso al ring. Los cambios prodigiosos de ángulo que te llevan a ver exactamente como quieres ver, el golpe que vuelve a sacar del cuadrilátero al luchador, o la sensación de oscuridad y canalleo dominante, como si todo estuviera corrupto, como si quisieran acabar con todas las cosas “buenas”. Ladrones de cinturones (un golpe de cinturón en la cara tumba a un luchador de forma completa y automática, mientras que una pelea no), atacantes por sorpresa que toman el ring, dirigentes completamente parciales que favorecen sus intereses, persecuciones que se saldan con la traición a la valentía de los héroes. Pero como parece sólo quiero decir, lo que realmente me fascinó fue ese sentirme atrapado en el espectáculo en segundos y sentirme liberado, cómodo, relajado como si fuera lo que hubiera estado deseando desde hace años. Para un análisis más detallado del mundo del catch, el capítulo de “Mitologías” de Roland Barthes dedicado al asunto:

“Una finalidad tan precisa exige que el catch sea ni más ni menos lo que el público espera de él. Los luchadores, hombres de gran experiencia, saben dirigir perfectamente los episodios espontáneos del combate hacia la imagen que el público se forma de los grandes temas maravillosos de su mitología. Un luchador puede irritar o disgustar, pero jamás decepciona, pues siempre realiza hasta el final, por una consolidación progresiva de los signos, lo que el público espera de él. En el catch, nada existe si no es totalmente, no hay ningún símbolo, ninguna alusión, todo se ofrece exhaustivamente; sin dejar nada en la sombra, el gesto elimina todos los sentidos parásitos y presenta ceremonialmente al público una significación pura y plena, redonda, a la manera de una naturaleza. Este énfasis es, justamente, la imagen popular y ancestral de la inteligibilidad perfecta de lo real. El catch, pues, simula un conocimiento ideal de las cosas, la euforia de los hombres, elevados por un tiempo fuera de la ambigüedad de las situaciones cotidianas e instalados en la visión panorámica de una naturaleza unívoca, donde los signos, al fin, corresponderían a las causas, sin obstáculo, sin fuga y sin contradicción.”

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