martes, 1 de enero de 2008

En un entrada reciente en la que verbalizaba su conversión al bassline house, el sr. Conte decía (en los comentarios), algo así como que había decenas de temas tan buenos como los que el acababa de señalar surgiendo de esta escena. Sin querer llevarle la contraria (porque creo lo mismo), esa matización me llevó a pensar en otras ocasiones en que había percibido esa etapa “rutilante” en una escena musical más o menos emergente y sobre todo me llevó a preguntarme si en esta ocasión lograría percibir cuando esa etapa de sinergia cesa y la tensión (creativa, de la comunidad) se reconduce hacia un mero nicho más de un mercado plagado de ellos.

El grime se me escapó bastante y quizás el dubstep no sea tampoco el mejor ejemplo (el género se ha movido gracias al trabajo de un núcleo duro de artistas hasta lograr crear su propio público) y por eso, aparte del goce que pueda reportarme la música, me interesa el bassline (y también la escena del funky house) por poder observar, casi en tiempo real, la etapa de “scenius”. Según Brian Eno, inventor de la palabreja, “Scenius stands for the intelligence and the intuition of a whole cultural scene. It is the communal form of the concept of the genius”, algo que podemos intuir de forma muy intuitiva en estos momentos de efervescencia, donde todo el mundo con posibles puede crear un tema rutilante como respuesta a lo que escucha en los clubes, en la radio, en los mixes, donde cada uno que participa en ella cree estar aportando algo para llevarla a un estadio superior. El momento cuando las reglas no están fijadas en piedra y donde cada giro, cada pequeño cambio en un efecto o en la elección en el pad de un sinte, parece crear un mundo nuevo de posibilidades por descubrir y explorar. Uno de los primeros mixes que escuché fue uno mezclado por T2, donde pinchaba dos veces “Heartbroken”, uno en la versión que ahora tomamos por definitiva y otra que sólo mantenía el vocal y en la que el resto del arreglo electrónico era distinto. Y era igual de maravillosa que la “oficial”. Quizás sea el hecho de que sentirse parte de este estado de excitación es una experiencia maravillosa y que, una vez cesa, resulta difícil de recuperar. No resulta tan difícil encontrar comunidades, sitios y gente que tratan de acumular la mayor cantidad de documentación alrededor de un periodo dentro de un estilo musical, tratar de devolver la perspectiva completa frente a las luces demasiado incisivas que destacan detalles, personajes determinados, rellenar los huecos, conocer el nombre de aquellos temas que una vez escuchaste y que aún no has podido olvidar porque hacerlo sería como dejarlos morir, borrar cualquier prueba de su existencia. Seguramente también tiene un tanto importante de nostalgia, algo de fetichismo y algunas otras cosas que no sean tan interesantes.

En una visión demasiado abstracta del asunto, el momento de inflexión es cuando el genio colectivo cede paso a la “profundidad” y “personalidad” del genio individual. En la práctica suele ser cuando las revistas musicales especializadas hacen un reportaje y te ofrecen una guía de compras, quienes son los personajes “importantes”, etc. etc. que es cuando se formula un canon de excelencia dentro de la escena. Supongo que en la teoría ese momento es muy apropiado, porque lo que antes era conversación, alguien escuchaba un tema y le ponía tan del revés que necesitaba crear el mismo una remezcla o un tema propio, se convierte en un proceso de admiración e influencia, de reflejo en unas formas que se revisten de unos valores artísticos, el manual de estilo, las reglas del juego como pudo ser para la IDM los volúmenes del “Ambient Selected Works” de Aphex Twin, una cumbre con la que medir otros desafíos. Digo que resulta muy apropiado porque en esta versión de la “inocencia perdida” en el jardín del Edén, la llegada de gente sin conexión a la escena pero se creen los portadores de su verdad, siempre supone un cambio a peor, pero no creo que sea cierto que en ese momento es cuando surge la “autoría” donde antes se era uno más de la manada. Mi primer contacto real con el dubstep, es decir cuando decidí seguir lo que pasara en esa escena, fue descargando un par de sesiones que había colgado en su página web un programa de una radio centroeuropea. Uno de ellos era un homenaje a Tempa Records, y estaba lleno por todas partes de temas de Horsepower Productions, Hatcha y algunas más de las primeras referencias del sello. Así que mi inmersión en la escena fue a través de las grabaciones y de allí fui a las sesiones de Rinse con sus dubplates, remezlas exclusivas y CDs con temas recien grabados por los artistas para que les dieran una opinión al respecto (curiosamente lo caluroso de la recepción por parte del público). En el grime puede que sucediera algo parecido y que a partir del disco de Dizzee Rascal pudieras llegar a una escena que se movía frenéticamente en esos momentos. Y aunque siempre se nos venda que nada superó aquel disco y que aquello fue flor de un día, aquel disco surgió de aquellos aires y ese momento de cohabitación entre una y otra forma de entender la música, se prolongó bastante tiempo.

¿Y como cesa? ¿Te despiertas una mañana y al incorporarte notas que has perdido algo? ¿Se cansa la gente de ir, ir y nada más que ir sin encontrar nada? ¿Lo que antes era una experiencia se convierte ahora en una obligación cansina? ¿Se desmoraliza la música y uno se percata de que el viento no empuja el barco? Quizás sea algo que se pierde cuando todo el mundo entre en esa dinámica y resulta demasiado complejo y extenso tratar de abarcar todos los mixes, todos los dubplates, todos los CD-Rs, todos los bosquejos y las herramientas para mezclar y preferimos decantarnos por aquello en lo que podemos depositar nuestras manos, la pieza grabada en su integridad, cerrada en los círculos de los (micro)surcos del formato físico o en el peso del archivo, inalterable, alejada de toda posible sorpresa y de nuevos significados, permutaciones, conjugaciones, rendido a la rotundidad de su extensión. Quizás uno empieza a parecerse demasiado a toda la sarta de tópicos que se usan sin cesar para referirse al género, y uno se pregunta como ha dejado de ser algo para convertirse en su sombra. Antes mencionaba esa sesión con la que comencé a escuchar dubstep. Siguiendo el chascarrillo, debería ser su innovación formal lo que me hubiera deslumbrado, pero no fue así. Llegué al género en un momento en el que estaba muy cansado de otras músicas, o en el caso de aquellas que escuchaba con regularidad, en un momento de su evolución sonora en el que no tenía ninguna conexión emocional con ellas. Lo que me llamó la atención fue reconocer todas esas trazas de otros sonidos con los que me había emocionado, con los que había pasado alguna época de mi vida, y verlos, de nuevo en el presente y moviéndose en otra dirección. O el mito de la “oscuridad oscura”, “ambientes futuristas” y “angustia urbana”. Cuando todo el mundo estaba que se subía por las paredes esperando el primero de Burial y salió aquella sesión mezclada por Kode9 (otra joyita), lo que me evocó aquella música con todos sus procesos de degradación y memorias de otros tiempos no fue noche y asfalto, sino el camino que seguí desde un web café hasta el piso donde vivía entonces, para descargarlo en el ordenador de mi hermano. Casi verano, pasando por el mercado lleno de frutas, gente hablando en al menos cinco idiomas, palmeras, empedrados como suelo, cuestas, edificios antiguos, andamios, las propias sensaciones corporales, con la humedad y el sudor mezclándose con la carne palpitando y jadeando. En un artículo, Ian Penman hablando sobre el dub, usaba dos definiciones para tratar de capturar que era aquello que tanto le fascinaba. Una, sí, era el proceso artístico, el trabajo de estudio, la visión casi cubista del sonido. La otra, era la de la música donde las olas rompiendo en las playas, resonaban en el eco de las montañas, como manifestación de espiritualidad y admiración por la naturaleza desde una perspectiva rastafari. Y si quieren, toda esa imaginería tan cyberpunk, todos esos neones, todos esos espacios vacíos, son complementarios de espacios abandonados que van siendo reconquistados por la naturaleza. Y sí, yo también pensé en oscuridades y violencia escuchando a Vex’d, con la marcialidad en el avance de los breaks, su expresionismo y su virulencia, pero bueno, no son ellos precisamente los artistas más influyentes del sonido actual y hay demasiadas horas de Playstation tras algunos tópicos.

En el cada vez mayor número de críticas negativas que está comenzando a recibir Burial con su segundo disco, hay un par que sentí que quizás verbalizaban algunas de las cosas que me pasaban por la cabeza. Una comentaba que ese disco era a la vez una expansión y una contracción del sonido de Burial. Y otra hablaba, sobre como aquello que en el primer disco, quedaba apuntado, o era mostrado de forma elíptica, como un misterio que no se quiere resolver, resulta demasiado claro en el segundo, pero sólo lo muestra, no hay ningún tipo de acción o reflexión acerca de ello. O lo que es lo mismo, esas uniones tan emocionales pueden devenir en algo tan evidente que acabemos odiándolo con todas nuestras ganas. Y en cierto modo, creo que ese es el problema que tengo ahora con el dubstep. Que donde antes había muchas cosas por explorar, distintos estados de ánimo que evocar (desde la melancolía a la rabia), distintas maneras de acercarse a la realidad con un mismo sonido, sin perder el detallismo sonoro, resulta demasiado reiterativo, previsible en su desarrollo, por ejemplo, en las sesiones, o los detalles jamaicanos suenan impostados. He estado escuchando a esta gente que se está acercando al sonido del techno y aunque no lo pilláramos demasiado a la primera, creo que uno de mis productores favoritos ahora mismo es Martyn (descarguen ese mix tan cuco que tiene en una de las entradas recientes).

Con la cosa de las listas y gente recomendando cosas, al final me he decidido a escuchar a una serie de artistas a los que normalmente no daba cancha. Aquí tienen una muestra.



Es un sonido que ahora mismo me gusta, aunque se que en cuanto lo manosee mucha más gente se convertirá en un terreno bastante insufrible. Más que definirlo, acercándonos al drum’n bass, como un acercamiento al jazzstep o al techstep, un acercamiento hacia los terrenos más ambient. No creo que sea más “inteligente” o “fino” o “sensible”, pero me permite respirar y pensar de otros modos. En fin, ya veremos por donde van los tiros este 2008.

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