martes, 17 de julio de 2007

Dan Warburton, en la crítica de un recopilatorio-libro de Bruce Russell, comentaba que toda la crítica que había leído/desarrollado durante los últimos 20 años no le servía de gran cosa para poder explicar porque las obras de algunos artistas del género lanzaban algunos discos que le ponían la piel de gallina y en cambio otros le dejaban completamente indiferente. A mi me está pasando con el último de Keith Rowe, el que es guitarrista de AMM desde hace décadas,
He escuchado mucha música donde él ha tocado y me encanta completamente la forma que tiene de generar sonidos de su guitarra, sus interferencias con las emisoras de radio, la forma en que los sonidos que arranca son objetos con duración temporal y se parecen más a una rama de un árbol que a una línea melódica. Y sin embargo el último parece un disco de, erm, digamos “power electronics” aunque ese es un término que utilizan los de Whitehouse para definir su música, pero que viene a querer nombrar toda esa experimentación libre hecha con plug-ins en tiempo real con un portátil. Es decir que de buenas a primeras, el sonido más claramente identificable está ausente.
Creo que toda la música que se acerca al concepto de ruido o noise, dejó de llamarme la atención hace años. Básicamente porque los sonidos se suponen son de una intensidad extrema y uno, ingenuamente, buscaba una expresión personal por parte del artista de una intensidad igual o mayor. Hasta que haciendo cositas con el Live! de Ableton descubrí lo estúpidamente sencillo que resulta generar ese tipo de sonidos. Es decir, cuando uno puede arrancar de su ordenador un drone tan brutal como para dejarme con dolor de cabeza el resto del día, sin haber usado ningún instrumento, sólo el mezclador virtual. O cuando uno escucha sus propios experimentos con una nota de piano y dos plug-ins de delay, y los resultados le resultan tan aburridos como sorprendentes, una sensación tantas veces vivida en escuchando discos de esta escena, la magia, el mito del ruido, desapareció por completo y no he sentido gran necesidad de escucharlo de nuevo.
Y sin embargo aquí estoy escuchando otra vez microbrumas de sonidos repetitivos, largas capas de sonidos como pinceladas horizontales, ruidos parasitarios, drones como los antes mencionados, etc. sin saber si me fascina o me deja indiferente. O sin saber si, lo único realmente importante en esta música, es decir, la edición de la mezcla, es compleja, una suma de sonidos en un ordenador, una composición o responden a una improvisación registrada en tiempo real.

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