jueves, 12 de julio de 2007

Por una curiosa confluencia místico-astral, han aparecido casi al unísono, los videoclips de tres grandes canciones, interpretadas por eso tan caro de ver últimamente por los canales televisivos musicales: chicas (interpretando).
El primero es el segundo single de Amerie, “Gotta Work”, que es un single tan tremendo como para no percatarme del juego que le saca a sus fantásticas piernas o al hecho de que repita la idea de varios percusionistas interpretando lo que es un sample. Para algunos es la canción del año.

El siguiente es el single de Mutya Buena con los ahora curiosamente “buenos” Groove Armada, que también están trabajando en el nuevo de Kylie Minogue. Y sí, el clip es tan horrendo como decían.

El último, y a su vez el más reciente, es el segundo single extraído del disco de Katharine McPhee, la chica que llegó segunda en el American Idol del año pasado. Este es el típico segundo video que llega meses y meses después del primero, aunque a lo mejor sirve para relanzarlo de algún modo. El disco está bien aunque funciona por partes y aunque se deja escuchar, no añade o la escucha en sucesión de los temas no genera ninguna sensación ni mensaje adicional.
Como en el anterior, hay algo inestable tanto en la interpretación de ella como en la historia narrada. Por ejemplo, aquí con ese vestido amarillo tan cortito y montada sobre esos tacones, bailando exageradamente, y entre vientos y coros souleros, debería dar la sensación de ser una bomba sexual, pero realmente eso no está. No quiero decir que lo intente y no lo consiga. Digo que lo que hay es el intento de ella por parecerlo. Hay otro elemento, ese momento onírico cuando ella avanza como una gata hacia el amigo del que está enamorada como si se lo fuera a comer, pero antes se para a probar una tarta y cuando llega se tumba sobre la mesa, debajo de su vista.


En el anterior ya había rastros de cosas por el estilo. El motivo lacaniano de la carta que siempre llega a su destinatario, el discurso de las emociones de la víctima que se traslada en un mero ejercicio de venganza, o como el ejercicio de confesión delante de una cámara se confunde con todos los shows de webcam eróticos que en el mundo son, con la mirada desde arriba, como si estuvieras de pie y ella tumbada en el suelo, con apenas ropa, llevando la dirección de tu mirada y acercando o alejando el plano con el mando a distancia. Pornografía emocional. Y la canción ciertamente estupenda también.

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