miércoles, 29 de agosto de 2007

Por cierto, ya que hablamos (tan poco) sobre hip hop, hace no mucho escuché ese disco que las hojas promocionales prometen devolverá el carácter futurista al género, situándose contra un mainstream corto de ideas y un underground con incluso menos, “Craft of the Lost Art” por The Shape of Broad Minds.
La simple exposición de esos presupuestos teóricos o ideales musicales le advierte a uno que se puede ahorrar la escucha. El hip hop se estancó porque la variedad de fuentes sonoras utilizadas en un principio, se estandarizaron en el break y el robo/préstamo de la música funk, soul o jazz. A uno le parece que si el hip hop es/era futurista, poco o nada tenía que ver con la música que se estuviera usando como fondo. Citaremos cuatro motivos:
- La grabación no es una re-presentación de una banda, cualesquiera que sean sus instrumentos, interpretando en vivo. El espacio es nuevo en el sentido de que no existe fuera de la grabación, del disco, en el mundo real. La cuestión de la “autenticidad” y las autolimitaciones rockeras (un artista sólo puede crear las piezas que puede interpretar él o algún ejecutante: el valor del trabajo) de la grabación como documento de una banda o artista.
- La grabación era convertida en material musical y por tanto, la autoría como relación unívoca creador-oyente, puesta en cuestión.
- Discusión sobre los límites del gusto y los criterios musicales vigentes, al mostrar las virtudes de múltiples discos que en sus versiones habituales nos harían rechinar los dientes.
- El factor de comunicación social. Si queremos creer que la música transmite el mensaje o la experiencia de un creador, este para poder hacerlo ha de tener una de estas dos cosas: capital cultural o económico. O si lo prefieren, educación musical o el dinero para contratar unos músicos que lo arropen. En el hip-hop no hace falta cantar o ser un virtuoso. Con tener algo tan relativamente asequible como un tocadiscos y unos altavoces y algo que decir, el mensaje puede ser lanzado.

Se puede argumentar que muchos o casi todos de estos motivos ya se encontraban presentes en la música disco, en el dub y en la escena de los djs jamaicanos, lo que no quita que el género las tomara como propias o los desarrollara de forma propia. Así que el problema que tengo al escuchar un disco como este es el siguiente. Imaginemos un cuadro. Puedo apreciar el contenido o la ejecución, la técnica del pintor. En este disco, eso es secundario, se trata del precio de las pinturas.
El factor distintivo en la recepción de la música de Dj Shadow comparada con las de cualquier otra producción de hip-hop, no es la novedad generada por uno y no por otro, sino que uno hacía canciones en el sentido pop (el aceptado como verdadero para la crítica musical), mientras los otros no. Hace no mucho, se alabó mucho a un productor indie (y blanquito), Edan, por usar como base de sus sampleos música beat, garage-rock y psicodelia. Es decir, como con la música indie, no se valora tanto el contenido musical como la adhesión a una serie de identificadores con una cultura musical que, supuestamente, representa el buen gusto universalmente y unos valores personales determinados y aceptados. Aunque después uno en una sesión de chat, hablando con un chico de color canadiense, al mencionar de pasada la psicodelia, este me preguntara que diablos era aquello. Y no era un analfabeto. Es que esa música no tenía porque decirle nada.
Esta música, como el neo-soul, representa los valores de una generación de afroamericanos que pertenecen a una clase media burguesa. Por eso el toque pseudo-bohemio y artístico de ambos géneros. El género pastiche surge de la siguiente encrucijada: han tenido una educación y tienen un estatus cultural, pero a la vez, no pueden tomar como propias los valores de una cultura popular que son los de la sociedad blanca. Es decir, que no pueden traicionar a su pasado y a su “comunidad”.
Hay una expresión “the baddest tune” en slang, que no se refiere a la canción más mala, sino a la más loca, inesperada o increíble. Está por ahí esa teoría que la evolución de la música negra norteamericana es un intento por conseguir que los blancos no roben sus hallazgos, por eso ese gusto hasta llegar a lo casi estrambótico en el uso de voces, ritmos, sincopados, etc. En este sentido, ese sentido de locura que normalmente se traduciría por los usos de las técnicas y los equipos de producción en formas para las que no estaban diseñados, se convierte en la librería de discos, más grande, más larga, más sorprendente, más recia y otras características de combate entre machos (no es que lo otro no lo sea), es decir: poderío económico y de conocimiento.
No he comprobado si el presente grupo pertenece a la escena de L.A., pero escuchando la forma de los breaks, la forma de usar discos de electrónica cutre, easy listening, tropicalismo,bandas sonoras de programas televisivos o radiofónicos, psicodelia, country, jazz cósmico o las grabaciones más raras que puedan encontrar en Bollywood, los países árabes o los escombros de la antigua URSS en multitud de fragmentos (el virtuosismo del sampler) y la forma en que se desarrollan los temas, la referencia, más o menos clara es la misma de siempre: el “Donuts” de Jay Dee (aunque también les puede sonar a gente como Prefuse 73 o similares). Todo masticadito, nada que rascar, nada que pensar. En fin, como decía Woebot, la tercera generación del trip-hop ya está aquí.

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