miércoles, 30 de mayo de 2007
Encontré en el Daily Telegraph un artículo sobre el disco que acaba de publicar la compañera sentimental de Leonard Cohen (Anjani Thomas). La forma en la que se desarrolla la anterior oración resume apropiadamente las intenciones y los objetivos de su escritor. Es cierto que se nos informa sobre el pasado musical de esta mujer (dos discos a su nombre antes de este), sus funciones de teclista y corista en la música del ilustre cantautor o la curiosa gestación del nuevo disco (ella escribía la música a partir de los versos descartados que iban encontrando en sus cuadernos antiguos, seleccionándolos o escribiendo a partir de uno de ellos lo que podía ser el resto de la historia), pero son una serie de datos situados estratégicamente al final de la exposición los que parecen querer reducir cualquier interés de este disco al de experimento o bonita nota a pie de página en la carrera del GENIO. Una de las afirmaciones es cuando Anjani explica que las letras le parecían tan bellas que decidió cantarlas sin ningún tipo de artificio vocal. Una cantante que renuncia a cantar por ser una médium del auténtico mensaje musical: la poesía. El otro al final es como la recompensa por haber leído toda la anterior pamplina. El señor Cohen, movido por la experiencia de la gestación de este disco, decidió variar sus perfeccionistas e impasibles modos habituales y tratar de sonar más espontáneo y cercano. O lo que es lo mismo, que abandona los sintes y las cajas de ritmo para coger la guitarra. Ahora seguro que la gente que se decepcionó con sus últimas entregas, más poéticas que musicales, podrán volver a dejarse emocionar. Todo el mundo sabe que la guitarra es el único instrumento capaz de transmitir las ideas y las experiencias trascendentes del individuo a la comunidad. Aún así, quizás le de una oportunidad a esta “obra menor”. No sería la primera vez en la que un artista encauza de forma más convincente, certera y depurada su mundo sonoro a través de otro intérprete al liberarse de las taras de la vanidad, las nieblas del ego y las sombras de los “demonios interiores”.
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