“So we got to live our dreamsLike the people on TV”
“Unbreakable” Alicia Keys
Llegué a Salon.com para leer el artículo sobre el final de “Las Chicas Gilmore”. La noticia me había pillado por sorpresa, como suele suceder cuando has perdido todo contacto. Me llamó la atención que hubiera una sección dedicada a los finales de temporada o el último episodio de una serie. En cierto modo era una forma de aceptar esa cuña publicitaria tan manida de que las series en EE.UU. son el sitio donde todas las ideas, todo los temas profundos y toda la inteligencia va en lugar del cine que se ha convertido en un sitio donde ir a divertirse con los amigos mientras se ven producciones de presupuestos desorbitados (que son recuperados en menos de un mes).
Conocí a la finada hace muchos años, y aparte de enamorarme de Alexis Bledel y de las conversaciones entre madre e hija, no llegué a verla demasiado en su momento. Después hubo una reposición de la primera temporada que consumí de cabo a rabo. Finalmente, en un gesto rarísimo, comenzaron a emitir la serie de lunes a viernes emitiendo dos episodios diarios en las mañanas de La2. Aparte de que el formato es bastante exigente (los episodios me coincidían con clases y tenía que consumir dos horas de mi tiempo para poder continuar al día siguiente), hasta llegar creo a la cuarta temporada. La serie se va a hacer gárgaras en el momento que Rory se marcha a Yale. Era algo que se notaba, cuando en el episodio en el que Rory se iba al Spring Break, y se reencontraban con las dos amigas de Paris en el instituto. Sin personajes secundarios de peso, con el núcleo duro de la serie en paréntesis (la relación madre/hija) y con problemas tan predecibles como expuestos de forma cargante. Toda la historia del grupo de rock, toda la historia del matrimonio,… A veces había algún episodio tenía un momento que todo saltaba por los aires y hacía que se todo se desperezase un poco (el episodio donde Lorelei, Paris y Rory acaban plantadas, por ejemplo). Pero acabé odiando la serie. Cada vez apuntando más claro que entre el mundo de realismo mágico de la primera temporada sería abandonado para incorporarse al mundo “real”. O si utilizo muchas palabras: Claudicar.
Por lo que parece, en las temporadas que no he visto la serie entró en caída libre cuando los creadores abandonaron la escritura del guión. En el artículo había algunos spoilers, tan alucinantes, tan mediocres, tan completamente alejados del espíritu de la serie que me quedé perplejo en el sillón, con la sensación de que el mundo es inmenso y yo soy minúsculo. Así que por rematar la faena, decidí leer aquellos otros artículos sobre series que me sonaran.
¿”Siete en el Paraíso” aún se emitía el año pasado? ¿Qué la despedida fue la hora de televisión más vista en esa cadena durante todo el año? ¿Qué la serie volvió la siguiente temporada? ¿Y qué para eso tuvieron que cargarse otra, es decir “Everwood”? O leer sobre los finales de “The O.C.” o conocer lo bajo que habían arrastrado a los personajes de “El Ala Oeste de la Casa Blanca” desde que Aaron Sorkin se bajó del burro. En realidad me fascinó toda esa serie de apaños de última hora, ese querer arreglar todos los nudos en el último instante para mostrar a los espectadores que los personajes han llevado sus vidas a buen puerto. Vamos, normalmente que se han casado o están ya planeando hacerlo. De hecho se me ocurrió la idea de que ni siendo un personaje de teleserie tu vida escapara a la mediocridad. ¿Cuántos personajes que iban a cambiar el mundo que al llegar al final de su tiempo compartido con nosotros han hecho poco más que acostarse con el resto del reparto y conseguir un curro más o menos estable con el que poder ser un contribuyente cualquiera? Sus vidas en las que todo parece sumar y no restar, todo intensidad, todo vida, comparadas con las nuestras que se deshacen entre los tiempos muertos. Su forma de poder transmitir los sentimientos más complicados, poder llevar las situaciones más traumáticas. Su tiempo suspendido, su inmortalidad, su superioridad. Sus frases llenas de inteligencia, con sus palabras adecuadas y ajustadas, que nunca cometen un desliz o logran un malentendido que no se pueda superar después. Su complejidad existencial ahogados como se encuentran entre los últimos gadgets tecnológicos más caros, en sus casas y pisos perfectamente amueblados y decorados, esos que nunca podrían pagar con sus sueldos de internos, médicos internos, policías, abogados. Sus historias que reviven ante nuestros ojos con la misma lozanía que el primer día, con toda su carga emocional intacta, suspendidas y alejadas de los estragos del tiempo, de los remordimientos o de los sentimientos que desaparecen, o las revisiones críticas de estos. A veces siento envidia. Es como cuando en la adolescencia, descubrías el mundo, todo era tan intenso y las relaciones con tus amigos estaban tan llenas de vida, sentimientos, inteligencia. Poder habitar esa burbuja durante muchos años, siendo consciente de que estás viviendo los mejores años de tu vida, que está llena de sentido, que no hay otra cosa mejor que pudieras soñar. He dicho a veces. Menudo estancamiento vital, tanto deambular, tanto sentimiento para darse siempre contra las mismas paredes. Nunca se paran y ven que eso, por muy entretenido que sea, no es lo que quieren para su vida. Ni tampoco encuentran el valor para arriesgarse. El personaje que decide cambiar esa vida idílica por otra, suele tener que ver con problemas contractuales y aumentos de sueldo, y siempre, siempre, el que se va es el perdedor, el que nunca podemos entender que pueda encontrar algo que llene más su vida. Nunca deciden cortar por lo sano. Ir al psiquiatra, acabar con sus miedos, terminar con una relación sentimental encubierta que sólo provoca daños a ambos, querer crecer. Mandarlo todo a la mierda. Romperse en pedazos y no encontrar no alguien que te ayude, simplemente que se entere de que tu vida no tiene sentido. Terminar acabando harto de las mismas observaciones y las cuitas de siempre, circulando y circulando, y de todo el optimismo con el que se arrojan al día a día, creyéndose perfectos, como insectos contra las luces de las farolas. Y todo ese rodar y rodar, como la piedra arrastrada por la montaña, todos esos problemas resueltos, toda esa vida a pleno ¿para qué? Para acabar pareciendo o siendo la última temporada de “Dawson Crece”. Diantre. ¿Hay alguna que merezca la pena?Mi anterior blog mencionaba que veía regularmente unas 10 series de televisión. Ahora creo que son unas cuatro. ¿Cuál es ese horizonte donde la mejor ficción se ha creado en los últimos años? Ni he visto ni creo que lo haga “Los Soprano” (que por cierto también ha finalizado). “Sexo en Nueva York” era una serie tan interesante por la cantidad de tópicos tratados como plana en el desarrollo de sus personajes inexistentes. “Perdidos” supuso una revolución en las series de ficción, llevándola a presupuestos inauditos (se ventilaron al ejecutivo que había aprobado el presupuesto de 8 millones de euros para el piloto) y cotas de audiencia asombrosas. También instauro el reinado del arco narrativo. Y del no pasa nada. Pero también han anunciado que acaba en 48 episodios. Su creador se embarcó en “Seis grados de separación” y la serie fue cancelada en su primera temporada. “24” es un muermo desde su segunda temporada y como bien dicen por ahí, una apología del terrorismo (sea del Estado o no). “Smallville” tiene la virtud de ser lo suficientemente irritante en determinados momentos de sus temporadas como para no querer revisarlas y ser completamente incapaz de entender las actuales por la cantidad de giros a los que han sometido a los personajes. “Galáctica” parece ser interesante, pero nadie la emite en abierto a nivel nacional. “Scrubs” nunca me ha hecho sonreir. “A dos metros bajo tierra” al menos en su emisión en TVE, tiene unos horarios tan asesinos y caprichosos como sólo se han visto cuando los de Antena3 quisieron tirarse el pegote de lo abiertos y liberales de mente que eran al comprar “Sexo en Nueva York”. “CSI” es una franquicia, una ceremonia con la que pasar el rato. Lo corrobora el hecho de que la más vista de las tres sea la de Miami. Siempre he tenido más cariño por la de Las Vegas, pero tras los episodios que escribió Tarantino no creo que vuelva a querer ver un episodio en la vida. “Mujeres Desesperadas” tuvo un grandísimo comienzo y como dicen, cuando vieron la categoría de los Grammies en que fueron nominados (comedia) la serie se fue al garete. “Padre de Familia” es tan efectiva como carca. “South Park” es como la anterior, solo que sin la efectividad. “Los Simpsons” son otra ceremonia donde da igual si has visto o no ya el episodio. “Entre Fantasmas” siempre hace equilibrios para apelar a todos los públicos (los personajes parecen votar a los demócratas, pero están casados, viven en una pequeña comunidad (que aún no trata a la chica como si estuviera zumbada), ayudan a sus vecinos, no se saltan las normas, etc.) y digamos que es fácil de ver. “House” y “Anatomía de Grey” tienen cifras de audiencia apabullantes, y por ahora mantienen algo la tensión en las tramas, aunque muchas veces estas se les hayan ido de la mano y por poco acabaran con la paciencia de los espectadores (la saga del policía en la primera, todo Denny en la segunda). “Weeds” y “L” tienen todas las posibilidades de que los horarios a los que se emitan hagan a alguna gente descubrir que las cuatro de la madrugada es la hora del día con menos gente despierta. Hay un montón de series de policías por ahí. Las ventajas e inconvenientes ya los conocemos. “The Office”: ver “Los Soprano”. “Veronica Mars”: muerta desde la semana pasada. “One Tree Hill”, las tramas son tan exageradas, tan a degüello, que tienes que seguirla con asiduidad o sales corriendo. No he visto “Los 4400”. “Studio 60”, la nueva serie de Aaron Sorkin (cuyas temporadas en “El Ala Oeste de la Casa Blanca” son imprescindibles, pero la serie continuó sin él, así que otra oportunidad perdida), ha tenido tantas críticas en contra, parones y cambios en la parrilla que ya han anunciado que no renuevan para la próxima temporada. “Prison Break” descansa en todos los giros que puedan dar a la trama para que la gente diga “No me lo puedo creer”. Y vi uno de los primeros episodios de la segunda temporada y cuando se oyó el sonido de un disparo, quien cayó muerta fueron mis ganas de ver la serie. “Deadwood” tiene la primera temporada publicada en España en DVD. Donde quiera que esté tras este verano, debería tratar de probar con ella. Creo que lo que queda son “Cinco Hermanos”, que no me interesa y “Heroes” que tiene la virtud de unos diálogos sonrojantes y no tener ninguna clase de detalles que uno pueda ir descubriendo en sucesivas visiones de los capítulos. Es realmente deprimente que por ahora ninguna de las anteriores me parezca mejor que “Buffy cazavampiros”.
sábado, 26 de mayo de 2007
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