sábado, 26 de mayo de 2007

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La música clásica contemporánea en EE.UU. siempre me había parecido inconexa, por lo poco que había poder leído en libros de consulta o enciclopedias. Aparecen artistas importantes, influyentes o populares, pero parecen fuera de cualquier tradición, simples chispazos en la oscuridad, mientras en Europa existe una continuidad, generaciones que van sustituyendo a las anteriores y asumen los retos propuestos por sus antecedentes.
Kyle Gann es un compositor, crítico musical y profesor de composición propone desde hace décadas una lectura completamente distinta, muy seductora e interesante, que une de forma clara, concisa y creíble a autores que van desde Henry Cowell a Glenn Branca, pasando por Conlon Nancarrow, John Cage, Pauline Oliveros, Phillip Glass o La Monte Young. El propio Gann cuenta como lo más importante que ha ocurrido en su vida fue la llegada de la música minimalista y como eso cambió radicalmente su forma de pensar, sentir e interactuar con la música. Y me parece todavía más interesante, que sea fiel a ese acontecimiento, a las verdades que en él provocaron, cuando el mismo explica, que la música minimalista dejó de componerse antes de llegar los años ochenta (incluso por las propias figuras principales del género). Y así, completamente fascinado por la cantidad de puertas abiertas, por las posibilidades de unir tantos y tantos cabos sueltos, busco cualquier luz que me puedan aportar los minimalistas mientras trato de andar los demás caminos indicados. Entonces graciosamente abro el libro de Valerie Wilmer “As serious as your life” y leo lo siguiente:

“A contemporary white American componer, talking with some British musicians, felt sufficiently relaxed to describe an instrumentalist whose talents he had utilised as “one of the few Blacks I can talk to”. For the elucidation of the assembled “foreigners”, he added, “Blacks are getting ridiculous in the States now.” The inference was clear: Afro-American demands for respect for themselves and their creations disturbed his equilibrium. Yet the composer, using the system where recurring patterns are played in phase with each until they almost overlap, had just been recording a percussion work, the overall sound of which bore a striking resemblance to the balafon music of the people of Lawra in north-western Ghana, a country which had recently had the pleasure of his company.
In addition, the use of phase patterns and tape loops in this context could be said to be only a mechanical approximation of the barely imperceptible shifts in improvisation that occur within a West African drum-choir playing continually over a long period”

Moraleja: Ser una groupie* siempre ha sido una lata

*Escojo el término groupie para definirme frente al de seguidor (de ideas o propuestas artísticas) o el de fan (alguien que además sigue a la persona en todas sus facetas) por la carga despectiva, logocéntrica, machista y llena de hipocresía con el que se reviste a esta palabra (chicas jubilosas, irracionales que sólo buscan acostarse con las estrellas (o quienes estén cercas de ellas), sin ningún tipo de interés por la música banal y superficial que estas interpretan).

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