Creo que he escuchado cuatro discos de country en todo el año (si el grandes éxitos de Faith Hill cuenta como tal). El segundo disco de Carrie Underwood, mantiene todas las constantes formales que la convirtieron en la mayor estrella (a nivel de ventas) que ha generado American Idol y una de las apuestas seguras de la industria musical del country (en realidad de la industria norteamericana a secas): baladas que crecen hasta alcanzar un medio tiempo y estallar en un climax donde su voz suba y suba, como una emoción que estalla de forma tan intensa que hace desaparecer todo el mundo a tu alrededor y en los que se mueve con una facilidad y un aplomo en verdad admirables.
Los otros temas suelen ser medios tiempos, más acústicos o más animados, donde también suele dar el tipo. El disco no cojea como escucha. Los temas se alternan y no da la sensación de que el disco se ha estancado o le ha dado una pájara de la que no se recuperará. Supongo que este disco significará mucho para mucha gente durante mucho tiempo, y sus canciones servirán como abrigo, como bálsamo, como refuerzo de creencias y sentimientos o como una manera de evadirse, y eso es algo que entiendo y respeto aunque seguramente no les acompañaré en ese tránsito. El porqué de esto desde luego es una pregunta interesante de hacer. Quizás espere un disco de baladas donde cada canción sea un amanecer nuclear, una nueva meseta cubierta de ceniza en la que uno transitar sin fin. Pero como argumento es una completa estupidez. Es lo que hay, no lo que quiero. Además ese disco que he descrito seguramente existe y ya lo has escuchado este mismo año (Ulver “Shadows of the Sun”), aunque claro, no es country. Quizás debería buscar discos de Buck Owens o de Charlie Rich. Y sigo sin saber el motivo de porque no lo incluiré, porque me encantan esas baladas. Aunque sean durante un ratito.
“Inside Out” de Emmy Rossum, es uno de esos discos que sufren un bajón del que no se recuperan. El disco se maneja bastante bien, dibujando un mundo de emociones, que he caído esta mañana, reflejan cierta, no ingenuidad, pero cierta visión idealizada de las emociones y las relaciones que uno tiene durante la adolescencia. Después llega “The Great Divide” con cerca de 6 minutos, enlaza con “Lullaby”, la canción más floja del EP de adelanto y no se si el siguiente, o el que venía después, muestra un escorarse hacia ciertas bases inspiradas en el trip-hop que se usaron mucho en artistas mainstream hace cerca de una década, lo que deja el disco bastante desdibujado y básicamente acabé quitándolo. Le daré más oportunidades, pero en lo básico me recuerda a otro disco que andaba por derroteros próximos, el segundo de Siobhan Donaghy, que también tenía un tramo intermedio letal y desdibujaba los hallazgos de sus mejores canciones.
También he escuchado el “A Night in the Tilehouse” de Matías Aguayo, que quizás sea uno de los EPs de música electrónica del año. Pero la verdad me cuesta horrores escribir sobre música electrónica (bueno, algo que no me de vergüenza o me haga reírme de lo ridículo que suena) y lo tenía puesto mientras estaba haciendo otras cosas. También he escuchado la mitad de “Galore” de Human Feel, un grupo que se mueve entre las estructuras del jazz y el rock y que puede ser una escucha muy disfrutable de forma continuada, pero que en mis “aspiraciones” no dice nada de nada. Seguramente porque no escucho jazz de forma continuada.
miércoles, 24 de octubre de 2007
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